La sostenibilidad urbana se
presenta como un nuevo paradigma en la forma de entender y gestionar nuestra
relación con el entorno en donde vivimos, como nos relacionamos y cómo nos
aseguramos de mantenerlo. No es una acción o actividad, es un proceso que tiene
como finalidad asegurar que las generaciones futuras tengan acceso a
condiciones de vida iguales o mejores que las que gozamos actualmente.
Diversos estudios
afirman que la dimensión
del desafío para la sostenibilidad urbana en Europa es verdaderamente
abrumadora y que necesariamente tendrá que ser foco de atención en los próximos
años.
Aunque muchas de nuestras ciudades pueden parecer bellas, limpias
y ordenadas, lo cierto es que también nuestros entornos urbanos pueden ser
víctimas de su propio desarrollo económico, ya que muchas veces, esta
prosperidad que nos puede llevar al progreso y desarrollo, también puede
llevarnos a una reducción a la atención de otros indicadores tan importantes
como: el crecimiento desordenado, la degradación de la masa vegetal,
crecimiento no planeado y conflictos de movilidad.
Otro problema importante de las ciudades europeas es la calidad
del aire; mismo que ha estado relacionado con la actividad industrial y en
tiempos más recientes con el tráfico vehicular producido en gran medida, por
los procesos de creación de ciudades dormitorio.
Estudios
recientes de la UCM afirman que “aunque durante las últimas
décadas se ha mejorado la calidad del aire, sigue siendo un problema para la
salud pública. De acuerdo con la Agencia Europea de Medio Ambiente, entre un
70% y 80% de las ciudades europeas con más de 500.000 habitantes no cumple con
los niveles mínimos de calidad del aire establecidos por la Organización
Mund
ial de la Salud (AEMA: 2010). Y, el 80% de la población sufre de las
concentraciones del ozono al menos una vez al año (AEMA: 2010). Los
contaminantes más persistentes son el ozono (O3), el óxido de nitrógeno (NO2) y
las partículas suspendidas (PM). Las reducciones más significativas han sido el
dióxido de sulfuro (SO2), alcanzadas desde 1970. Por su parte, el Nitrógeno (N)
es el principal agente acidificante del aire.
En relación con la tendencia que siguen las emisiones de efecto
invernadero, entre 1990 a 2008, las emisiones de los Estados miembros se
redujeron 11%, representando 10 toneladas equivalentes de CO2 per cápita anuales
(AEA, 2010: 28). En esta línea se considera que se podrá cumplir con el
objetivo de reducción del 20% al 2020; jugando el ámbito urbano un papel muy
importante para ello”
Esto último resulta fundamental y esperanzador y aunque no
suficiente, es al menos un camino hacia una solución mayor, mejor y de largo
aliento.
Alrededor del 80% de la población en el viejo continente vive en
las ciudades, por lo que el reto no es minúsculo, ya que nuestras ciudades y
los habitantes de ellas, nos enfrentamos ante un fenómeno complejo y en
permanente transformación que requiere de una atención multidimensional e
integradora.
Ante la grave situación a la que nos enfrentamos, el uso,
aprovechamiento y monitoreo de la calidad del aire, el tratamiento de aguas y
uso eficiente de la energía no deben ser dejados al azar o al olvido, ya que
cualquier decisión que hagamos, debemos tomarla buscando que sea de mitigación
o mejoramiento social, económico, natural y justo con el planeta.
La clave está en tomar en cuenta que cualquier cosa que hagamos o
dejemos de hacer tiene consecuencias en nuestras familias y nuestros
descendientes.
A pesar de contar con una riqueza cultural de muchas civilizaciones
antiguas como los mayas, las culturas occidentales como la nuestra, seguimos haciendo
caso omiso de que el crecimiento exponencial de nuestras ciudades a costa de
nuestros recursos naturales nos puede afectar a futuro en nuestro propio
desarrollo y en el bienestar nuestro y de nuestros hijos.
¿Las soluciones?, Definitivamente pasan por buscar siempre opciones y en
ambisalud
seguramente encontrarás muchas, recuerda, la acción de hacer algo, siempre hace
la diferencia.
José Antonio Puga
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